Nombrar con naturalidad: un primer paso en la educación afectiva y sexual

Una de las dudas más frecuentes que recibo cuando hablamos de educar en afectividad y sexualidad desde la infancia es: “¿Y cómo empiezo?”. Solemos pensar que se trata de una conversación difícil o que llegará "más adelante", cuando en realidad, la educación sexual comienza mucho antes de lo que imaginamos. Empieza en casa, en el día a día, en los gestos más sencillos. Y uno de esos primeros pasos, fundamentales y transformadores, es llamar a cada parte del cuerpo por su nombre.

¿Por qué es importante?

Nombrar bien las cosas no es un detalle menor. Nombrar nos permite conocer, respetar, acoger. Sin apodos ni vergüenzas, con verdad y naturalidad.

Decir "pene", "vulva", "nalgas" o "pecho" con sencillez, igual que decimos "manos" o "rodillas", es una forma concreta de transmitirles que todo su cuerpo es bueno, que ha sido creado con amor, que es digno y valioso. Y que no hay partes "sucias" ni de las que haya que avergonzarse. Así sembramos una mirada positiva, sana y agradecida sobre su propio cuerpo.

Educar en verdad y confianza

Cuando evitamos los nombres reales o usamos diminutivos, apodos o eufemismos ("chichi", "culito", "cosita"...), sin querer estamos enviando un mensaje ambiguo: que esas partes no se pueden nombrar, que son tabú, que generan incomodidad. Eso puede dificultar que nuestros hijos nos hablen con confianza más adelante, cuando tengan dudas o necesiten ayuda.

En cambio, cuando nos escuchan hablar con serenidad, con respeto y sin morbo, les estamos dando permiso para vivir su cuerpo con confianza, expresarse con libertad y acudir a nosotros cuando lo necesiten.

Una forma de protegerles

Nombrar el cuerpo correctamente también es una medida de prevención. Cuando los niños y niñas saben cómo se llaman sus partes íntimas, están mejor preparados para identificar situaciones inapropiadas y contarlas. Darles ese lenguaje claro es una forma concreta de cuidarles y protegerles.

¿Cómo hacerlo?

No hace falta sentarse a tener una charla formal. Ocurre en los momentos cotidianos: el baño, cambiar el pañal, una pregunta inesperada. Si tu hijo o hija te señala una parte de su cuerpo, puedes simplemente responder con naturalidad: “Sí, esa es la vulva. Todas las niñas tienen una.” o “Eso se llama pene, y todos los niños tienen.” Y seguir con lo que estabais haciendo. Sin dramatismos, sin esconderte. Con amor y normalidad.

Llamar a cada parte del cuerpo por su nombre no es solo un gesto pedagógico: es una manera concreta de hablar bien del amor y del cuerpo desde el principio.

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